jueves, 27 de mayo de 2010

2666 en las tablas


Por Diego del Pozo

“La avenida Guerrero, a esa hora, se parece sobre todas las cosas a un cementerio, pero no a un cementerio de 1974, ni aun cementerio de 1968, ni a un cementerio de 1975, sino a un cementerio de 2666, un cementerio olvidado debajo de un párpado muerto o nonato, las acuosidades desapasionadas de un ojo que por querer olvidar algo ha terminado por olvidarlo todo.”
Roberto Bolaño, Amuleto (1999)

Roberto Bolaño es quizás el narrador y poeta más influyente en la literatura hispanoamericano de los últimos años. Sus novelas, sobretodo, han marcado un hito en la transición del siglo pasado a este que recién comienza. La lucidez con la cual ha impregnado su obra es una muestra magistral de que la literatura tiene como uno de sus fines el conocimiento humano y es también reflejo directo de la realidad de época en que se genera.

Por su condición errante en la mayor parte de su vida, pudo presenciar desde la marginalidad, la estrecha relación que hay entre la realidad y la ficción literaria. Tras estudiar un poco su biografía es fácil darse cuenta que este autor más que producir literatura, vivió en función de esta, lo cual inevitablemente le sirvió como material directo de inspiración para su obra.

Bolaño comprendió su época con claridad y dio cuerpo a una posmodernidad que cuestiona valores, verdades y métodos. Su obra se presenta como una mirada llena de recelo hacia los grandes relatos, así desde la periferia, la duda planteada por su obra se compone siempre de una gran comprensión intelectual sobre la realidad. Desde sus inicios como poeta hasta su elevado desarrollo como narrador flirteó con la libertad de escribir géneros sobre géneros, desarrollando así una literatura que comprende tanto al género épico como al género policial, pero siempre desde una perspectiva original y rupturista.

Dentro de su obra, 2666 se levanta como una novela magistral y características épicas, la cual publicada póstumamente, estaba en un principio pensada como cinco novelas con puntos en común, es decir con un mundo narrativo en común, que finalmente es todo el mundo narrativo de Bolaño. Definitivamente el heredero de Bolaño, en temas literarios, Ignacio Echeverría y el editor de Anagrama Jorge Herralde, decidieron publicar 2666 de una sola vez. Con esta decisión se dio paso a una obra de dimensiones extraordinarias, más de mil cien páginas.

Aparte de la genialidad de la novela, llama la atención el tratado sobre el mundo bolañiano que esta es. Dentro de ella se despierta a la literatura narrada desde la literatura, dando las características de mundo infinito.

Motivado por estas características, Álex Rigola junto con su compañía Teatro Lluire y la ayuda del dramaturgo Pablo Ley, realizaron en un trabajo que duró más de once meses, una adaptación de la monumental novela que dio paso a la también monumental obra de teatro 2666. Con una duración de cinco horas, los once actores que interpretan a más de cuarenta personajes son sin duda una experiencia descomunal, tanto para ellos como para el espectador.

La compañía Teatro Lluire, de excelente trayectoria en Europa, culminó su trabajo de los años 2006 y 2007 con esta adaptación, e inmediatamente después del estreno en el festival de teatro de Barcelona, la montaron en Santiago de Chile para el marco del ciclo Teatro a Mil en su versión del año 2008. La obra fue un éxito.

Habiendo trabajado antes con autores como Brecht, el dominio provocativo de la puesta en escena era realmente extraordinario. Por complicado que parezca, las cinco horas en la butaca, que en verdad tenía cuatro cortes para el cambio escenográfico, se pasaban volando.

El espectro de Bolaño reinaba en la sala de Matucana 100. Con las entradas completamente vendidas la muestra sorprendió a todos, por su fidelidad a la novela. En este caso en particular son muchos los discursos que se entremezclan. Desde la provocativa narrativa de Bolaño, hasta la denuncia de las muertes en Santa Teresa (Ciudad Juárez), pasando por un uso de la performance extraordinario por parte del actor Ferran Carvajal, es sin duda una obra digna de analizar y reanalizar infinitamente.

La línea narrativa de la obra es fiel a la novela. En la primera parte La parte de los críticos, son los propios protagonistas que narran su historia. Cuatro críticos de literatura expertos en Benno Von Archimboldi: Manuel Espinoza, Piero Morini, Jean Claude Pelletier y Liz Norton, todos ellos obsesionados por encontrar a Archimboldi, terminan en una búsqueda sin sentido que los lleva hacia ellos mismos. Dan finalmente con el pueblo de Santa Teresa, en la frontera entre EEUU y Méjico, lugar donde ocurren los horrorosos asesinatos de mujeres. Sin llegar nunca a encontrar al autor perdido, son sus propias vidas las que parecen a la deriva. Desde la novela, y frase que se repite al final de la primera parte de la obra de teatro también, se da una visión sobre la literatura que también es extensible al resto de las artes, desde el punto de vista de la crítica. Metafóricamente Archimboldi es toda la literatura para la crítica literaria, y así el arte para la crítica en general:

“-Archimboldi esta aquí –dijo Pelletier, y señaló la sauna, el hotel, la pista, las rejas metálicas, la hojarasca que se adivinaba más allá, en los terrenos del hotel no iluminados. A Espinoza se le erizaron los pelos del espinazo. Caja de cemento en donde estaba la sauna le pareció un búnker con un muerto en su interior

-Te creo –dijo, y en verdad creía lo que decía su amigo.

-Archimboldi está aquí –dijo Pelletier-, y nosotros estamos aquí, y esto es lo más cerca que jamás estaremos de él.” (207, 2005)

Luego de buscarlo, seguirlo, inventarlo y reinventarlo, los críticos se han dado cuenta de que la interpretación literaria es solo una invención subjetiva, que al punto en el que han llegado es finalmente lo más cercano que llegarán de la verdad del autor. Así también sucede con la interpretación teatral, tanto el director como el guionista saben que esta colosal obra de cinco horas será lo más cerca que estarán de Bolaño. La escenografía de la primera parte emula a una mesa de un simposio literario, donde los personajes narran, se narran a sí mismos y teorizan magistralmente sobre sus literarias vidas, lo que los une es finalmente el amor a la misma mujer.

La segunda parte, La parte de Amalfitano ocurre completamente en Santa Teresa, su nombre es Amalfitano que es un profesor de filosofía chileno (quizás alter ego de Bolaño, quizás no), el cual ha sido invitado a trabajar en la universidad de Santa Teresa. El mismo narra la historia de Lola, su mujer que lo ha abandonado, y además la de su hija Rosa. En esta parte la narración se convierte en algo completamente delirante, ya que además de ser un recorrido por la filosofía occidental, Amalfitano comienza con unos delirios, que lo llevan a ver incluso fantasmas. El patio de atrás de su casa es un escenario central dentro de la puesta en escena, es ahí donde Amalfitano ha colgado un libro de geometría que vuela con el viento, y se degrada con las temperaturas del desierto. En una muestra del absurdo completo, la locura es vista como el último punto del cuestionamiento filosófico. La locura lleva a Amalfitano a percatarse de las atrocidades que ocurren en Santa Teresa. Con una actuación magistral, el recorrido es fiel a la novela, y a la vez esclarecedor en la visión incomprendida de un personaje que le habla a su padre. Algo que a mi gusto es un acierto teatral, es cómo se cita a Hamlet, ya que a Amalfitano se le aparece el fantasma de su padre. Es ese el punto de inflexión, donde todo se revela, desde la perspectiva aristotélica, es ahí cuando ocurre la anagnórisis y la peripecia de esta segunda parte. Finalmente Rosa, la hija de Amalfitano, es liberada por un hombre de color que se la lleva.

Completamente conectada está la tercera parte La parte de Fate, el protagonista es Fate. Un periodista de color, del barrio del Bronx, que luego de la muerte de su madre (cita a El Extanjero de Camus), es enviado a Santa Teresa a cubrir una pelea de box. Lejos de cumplir su labor Fate se interna en el espacio más sicodélico del desierto mejicano. En la puesta en escena todo se distorsiona, el espacio es agobiante ya que todo ocurre en una pieza de no más de dos metros de alto por unos cuatro de largo, y solo uno de profundidad, todos los personajes están comprimidos a ese espacio. La inclusión de una cámara digital que proyecta sus imágenes en colores muy saturados, que se proyectan sobre el cubículo, los cuales junto a la música electrónica que va subiendo de volumen, van dando ese ambiente vomitivo del ambiente que quiere mostrar Bolaño, y que en el teatro lo lograron solo con efectos visuales. Es en ese escenario donde Fate conoce a Rosa Amalfitano, y comienzan la loca escapada del mundo femicida de Santa Teresa. Termina la tercera parte con la huida de estos dos personajes, pero queda en la retina el aspecto sicodélico perfectamente retratado, ellos escapan del asco. La provocación está perfecta. Recuerda el hecho de que la compañía ha trabajado también con técnicas de Stanislavsky, son unos profesionales, que se pasean por todas las tendencias y estilos, utilizándolas para su mejor elaboración artística.

La cuarta parte, La parte de los crímenes, es la parte de la adaptación que mejor está tratada, la conversión al teatro es extraordinaria. Mientras en la novela la trama se desarrolla como una consecuencia de una búsqueda policial, que cada vez va dando nombres de mujeres violadas y asesinadas encontradas en el desierto, en la obra se desarrolla una performance de choque. Todo el escenario es el ambiente del desierto de Sonora, mientras cuatro detectives deambulan por ahí, un cadáver de mujer se encuentra completamente desnudo y lleno de sangre, cuando es encontrado los hombres se detienen a su alrededor y la anotan como un nombre más. Se mantiene una conversación machista, mientras las luces bajan, entonces en la pantalla en blanco que hay en el fondo de la pantalla, se comienza a proyectar la lista de todas las mujeres muertas en el desierto de Sonora, cifra que llega a 1200 asesinatos anuales. Mientras la proyección continúa, los actores van depositando cruces de diferentes tamaños en el escenario, así también la actriz que estaba “muerta” interpreta una muerte-violación, esto dura alrededor de quince minutos, es realmente escalofriante, debido a la cantidad de mujeres muertas, la actuación de la actriz y la cantidad de cruces que quedan en el escenario. Finalmente se cierra esta parte con los mismos policías del comienzo contando chistes machistas mientras observan el cadáver. Magistralmente, la adaptación conserva el fondo de todo el mensaje de las más de cuatrocientas páginas de La parte de los crímenes, y está toda la provocación de Bolaño. El machismo, el femicidio, el hecho mismo queda reflejado. Una extraordinaria muestra de cruce de géneros, desarrollando el mismo contenido, una visión denunciante y a la vez artística.

Luego de la excelente representación de La parte de los crímenes, y luego de cuatro horas de función, viene la experiencia más significativa. La parte de Archimboldi, uno de los puntos más altos de la literatura de Bolaño, y quizás de la hispanoamericana es narrada en esta parte de la novela, y a estas alturas de esta obra de teatro. El seguimiento a este personaje del cual hemos sabido trozos durante el resto de la novela y la obra, ahora se desarrolla de manera biográfica. En la puesta en escena es el mismo Archimboldi, que camina gran parte de esta última parte en una cinta rodante, el personaje avanza sin moverse, mientras avanza su historia también. Archimboldi es presentado como un caminante del siglo XX. Pasando por la II Guerra Mundial y una tremenda producción literaria, destacan las suástica que realiza con su cuerpo el actor Ferran Carvajal, es realmente una demostración superior de comunicar con el cuerpo. Los personajes van rodeando a Archimboldi, recorriéndolo al igual que en la novela, su historia es el centro, el personaje recorre y camina constantemente, nuestro protagonista es el mismo que el de Bolaño, es el hombre del siglo XX.

Una muestra de humanidad, mezcla de géneros, y despampanante puesta en escena es la que deleita la compañía, cinco horas, algo único en su género, y a la vez, cargada de profesionalismo y originalidad. Dentro de las teorías más rescatables en su elaboración están sin duda el arte performático y la representación dura en la escenografía. Una obra que cómo buena obra de teatro pasará a la historia en la memoria de sus espectadores, y recorrerá, al igual que Archimboldi, en el mito de muchos otros.


Bibliografía

Bolaño, Roberto. 2666. Anagrama; Bueno Aires, 2005.


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