jueves, 27 de mayo de 2010

Escenificación del tiempo de transformación


Por Diego del Pozo

En la Edad del Oro
Libres del frío del invierno,
Joven y doncella, brillantes
a la luz sagrada,
Se deleitan desnudos bajo los rayos del sol.

William Blake

Yo intento averiguar de qué idiosincrasia procede aquella ecuación socrática de razón = virtud = felicidad: la ecuación más extravagante que existe. . .

Frederich Nietzsche


Dentro del campo de la literatura latinoamericana posterior al llamado boom de los años ´60, la novela Soñé que la nieve ardía se levanta como quizás la primera representación seria de una nueva narrativa representativa de la situación política, cultural e identitaria que se vivía en Latinoamérica por esos años.

De esta manera la novela del escritor chile Antonio Skármeta contiene un juego discursivo donde varios espacios de la sociedad y actualidad de esa época son retratados y tensionados a la vez. La ideología reinante, sobre todo el éxito del proyecto socialista a través de el gobierno de Salvador Allende en Chile, más una alegórica representación de las clases sociales, son solo algunos de los temas que exquisitamente están tratados en la obra.

Ambientada en un país que vive un gobierno del proletariado, enfocado en personajes pertenecientes a este proletariado, la novela juega constantemente con interpretaciones sobre el imaginario político de la época y sobre todo recalca la oportunidad de ver en ese proyecto una opción válida.

Es una esperanza en la ideología que destruyó el golpe militar de 1973. Es una crítica a la dictadura temporalmente, pero más que ser una denuncia, ya que está lejos de serlo, es una representación de un tiempo donde en el imaginario colectivo reinaba la esperanza en la utopía socialista.

Es entonces el análisis de esta novela un acercamiento a la realidad chilena de principios de la década de 1960, cargada de idealismos, y a la vez de alegorías donde el fútbol y el sexo van también en función de la representación de la experiencia colectiva.

La escenificación del tiempo histórico está marcada también por los discursos y sensaciones de la época. Además de representar un tiempo en acciones que es colectivo tanto para los personajes como para la realidad del país. Hay también un interés por mostrar la sensibilidad de la época. La pasión juvenil de personajes como Arturo o Susana son sin duda también otra manera de mostrar la ideología pasional y utópica en que se vivía en la época de la Unidad Popular.

El desglose de Soñé que la nieve ardía debería por lo tanto llevar a la comprensión de toda una ideología reinante, y la melancolía presente en algunos pasajes están en plena conexión con la melancolía del momento de escritura, que es cuándo Skármeta está cumpliendo la primera parte de su exilio en Argentina, y en Chile se vive la dictadura de Pinochet ferozmente, la imposición del modelo neoliberal es una hecho y la caída de las ideologías lo es también.

Hay además de todo este color local, una representación del desarrollo moderno en el país de esos años. Los personajes viven en una sociedad moderna, y como consecuencia sufren de dolores propios de la modernidad, sus discusiones y pasiones están ligadas también por estas características.

En esta novela Antonio Skármeta logra sin duda un entramado de discursos representativos, desde varias áreas de la sociedad y a la vez desarrolla una mirada con aires alegóricos sobre un discurso político que está por sobre las situaciones de los personajes. Es un discurso político que abarca a toda Latinoamérica de la década del ´60.


En el análisis de Soñé que la nieve ardía nos adentramos en una seria de corrientes discursivas que tensionan la realidad extraliteraria, con un tono acertado se logra desarrollar una constante en donde varias áreas interesante pueden ser desglosadas.

En primer lugar es pertinente marcar el espacio desde el cual se narra la obra y la perspectiva que se muestra. Arturo el protagonista es un sujeto que proviene de provincia y migra hacia la capital de Chile en busca de una mejor fortuna en el fútbol que es su pasión y oportunidad de surgir (ya desarrollaré mejor la importancia alegórica del fútbol en la novela). De esta manera Arturo sufre el cambio de una temporalidad a otra, ya que la diferencia entre la realidad campestre en la que él vive y la ciudad es abismante: “La locomotora vendría furiosa, vengadora, solemne, John Wayne en tecnicolores untado con su tranco de oso la avenida central para volarle el seso todos con abundantes bolitas de plomo. Vendría el tren para él, con su chimenea y su fervoroso humo negro, trabajando en las calientes calderas, se detendrían allí, justo en el puño soñado del anden para que él, solo él, lo montara.” (8, 1983). Así se nos introduce en un espacio moderno. La locomotora es un ejemplo de modernismo que alude a la pasión futurista quizás, pero sobre todo sirve como ejemplificación del viaje temporal en la experiencia que se avecina dentro de la novela.

La modernidad a la que se enfrentará el personaje remite a esa experiencia de la que habla Marshall Berman en su obra Todo lo sólido se desvanece en el aire: “Hay una forma de experiencia vital -la experiencia del tiempo y el espacio, de uno mismo y de los demás, de las posibilidades y los peligros de la vida- que comparten hoy todos los hombres y mujeres de todo el mundo de hoy. Llamaré a este conjunto de experiencias la modernidad.” (1, 2001). Así el personaje nos introduce en una realidad diferente, nos traslada como lectores posicionándonos como unos intrusos en este espacio moderno hacia el cuál él llego en la locomotora. Es en este espacio-tiempo donde ocurre la novela, la vivencia que será mostrada es en una realidad moderna, es un conflicto moderno. La experiencia de la que habla Berman será de alguna manera la experiencia que dará la trama del libro, la necesidad de convivencia, y por otro lado el tiempo histórico que comparte nuestro protagonista están dentro de esta red de relaciones. Así se da pie para ejemplificar esta experiencia moderna que no une pero que como viene dice Berman: “es una unidad paradójica, la unidad de la desunión” (1, 2001).

En un principio la mirada hacia este espacio moderno está cargado de ansiedad, la cual a medida que avanza la obra se tensionará por la caída del la utopía moderna donde

Arturo será fruto de esa unión desunión de la modernidad en la ciudad, sumado a eso está la representación del espacio tiempo en que se sitúa la acción. Corre el gobierno de Salvador Allende en Chile, el socialismo y la Unidad Popular es lo que está en el gobierno, es una escenificación del tiempo histórico tal como señala Bernardo Subercaseux: “Por escenificación entendemos una vivencia colectiva del tiempo que se manifiesta en una trama de representaciones, narración e imágenes, trama que tiene como eje semántico un conjunto de ideas-fuerza y una teatralización del tiempo histórico y de la memoria colectiva. La acción y efecto de escenificar el tiempo implica establecer relaciones de anterioridad (un "ayer", que por lo general se perfila como un espacio que hay que dejar atrás y superar); de simultaneidad (un “hoy” o presente desde cuyo ángulo se adopta un punto de vista) o de posteridad (un "mañana" que tiene con frecuencia connotaciones teleológicas, constructivistas o utópicas). La vivencia colectiva del tiempo se vincula a la narración, a la historiografía y a la autoconciencia histórica del país: relatando historias - señala Paul Ricoeur- los hombres articulan su experiencia del tiempo” (650, 2005). Por lo tanto la vivencia de Arturo sería alegóricamente la vivencia del país en esa época moderna.

Y el anticipo es que la velocidad es lo que reina, es la manera mediante la cual el protagonista quiere experimentar la ciudad moderna: “Cerca de la ciudad apuró el tranco dispuesto a dejarse deslumbrar por la ciudad en cuanto traspusiera los umbrales. Se vio a sí mismo como un animal que ha crecido en la jaula del zoológico y a los veinte años lo sueltan en la selva, un paisaje que de alguna manera ya lo había vivido en ensueños de la siesta provinciana.” (17, 1983).

El momento en que se sitúa la novela está cargada sobre todo por una temporalidad común. La base superior de toda la narración es el rescate de la memoria de un discurso que fue abandonado durante la dictadura. Ricardo Foster hablando de Benjamin dice “acá Benjamin agrega un concepto que me parece también central: la memoria de la cultura, que no es sólo memoria de lo feliz de esa cultura, no es solo memoria de las producciones bondadosas de la cultura, sino que también es manifestación de su barbarie: “Todo acto de cultura es al mismo tiempo un documento de la barbarie”, escribía Benjamin ¿Qué quiere decir con esto? Algo muy semejante a lo que estamos planteando respecto a la razón: leer la cultura sólo desde la mirada de los vencedores, como triunfo de la técnica, como triunfo de un modelo ideológico, como despliegue de una concepción del mundo, es aniquilar, borrar, la memoria de los vencidos.”(160, 1999). Es de algún punto de vista esta memoria la que intenta rescatar Skármeta, es la de los “vencidos” la que se trató de olvidar durante la dictadura, aquel acto de barbarie que fue justificado tal como comenta Subercaseux “El propósito más trascendente del golpe, su fin último, fue- según sus propios mentores- la libertad. ¿Cómo se obtuvo, cuál fue el camino para lograr la tan ansiada libertad? Suprimiendo todo tipo de libertades (salvo la económica) por años y años: suprimiendo, entre otras, la libertad política, la libertad de expresión, la libertad de prensa, la libertad de cátedra, la libertad para entrar y salir del país, la libertad de circulación –recuérdese el toque de queda- , la libertad de asociación, la libertad de publicación, la libertad de publicación, etc, etc.”(15, 1999), de alguna manera es una lucha contra esa libertad omitida, la novela está en servicio de una memoria y de una libertad oprimidas y reprimidas durante la dictadura política.

Lo que se intenta revivir es un triple discurso de un tiempo significativo. Esto es lo que ya denominado escenificación del tiempo histórico está mejor aún clasificado así dentro de la historia de Chile:pueden señalarse al menos cuatro modalidades de experiencia colectiva del tiempo: el tiempo fundacional a comienzos del siglo XIX, en el período de la Independencia; el tiempo de integración hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX; el tiempo de transformación en la década del sesenta y el tiempo globalizado en las décadas actuales. Dentro de estas vivencias o modalidades de tiempo colectivo cabe distinguir momentos de máxima intensidad y vigencia en la escenificación, en que los discursos epocales ejercen una fuerte hegemonía: el tiempo fundacional entre 1810 y 1840; el tiempo de integración entre 1900 y 1930; el de transformación entre 1950 y 1975, y el tiempo globalizado desde 1980, hasta la primera década del siglo XXI. Las escenificaciones aludidas pueden también prolongarse más allá de los momentos de plena vigencia, llegando a sobreponerse e interactuar, a veces polémicamente, entre sí.” (647, 2005).

Es entonces la época retratada en la novela el momento de transformación, y la función que cumple la novela tanto en su narración interior como en el momento histórico en que es publicada, cumple un rol contestario, representativo y memorial, es parte de la matriz discursiva epocal “Cada una de estas escenificaciones constituye una matriz discursiva, pero en cada una de ellas han incidido también factores extradiscursivos o socio históricos. Operan, además, constelaciones de pensamiento o climas intelectuales comunes a las naciones de Occidente, constelaciones que contribuyen a crear un horizonte de expectativas desde donde se tensiona un "ayer”, un “hoy” y un “mañana”. (649, 2005) Es la tensión entre el “ayer”, un “hoy” y el “mañana” lo que desarrolla la novela, el lugar desde el que habla es el exilio narrativo de su autor, y la memoria que rescata es la de los personajes que vivieron la revolución socialista democrática de Chile entre los años 1970-1973.

Por un lado está Arturo que es el protagonista y representa a un extranjero en esta modernidad, él sufre el cambio más significativo ya que es externo a la revolución y tiene una mentalidad egoísta, viaja a la ciudad moderna en búsqueda del desarrollo personal en el fútbol y a la vez también perder su virginidad. Alegóricamente tiene intereses capitalistas y competitivos, por lo tanto inicialmente no tiene tacto ni para el trabajo en equipo del fútbol, que es también una alegoría del proyecto político que requiere al igual que el fútbol de trabajo en equipo, ni tampoco para la conquista femenina a la cual ve como objeto, una mirada materialista individualista y machista que también representa una ideología diferente a la pretendida por el gobierno.

Ambas cosas son la búsqueda de la modernidad representada en Arturo. El abuelo del protagonista que es el que lo va a dejar a al estación de trenes al inicio de la novela le pide casi en el momento de que la máquina inicie su viaje, que por favor se haga de izquierda, es decir que se sensibilice frente a los demás.

Temporalmente en el punto extraliterario, con la llegada de Arturo a Santiago, este conoce al Señor Pequeño, personaje que representa a los artistas en la marginalidad y que finalmente fracasa por sus intereses corruptos que están fuera del ojo público, extraviados del proyecto común por lo tanto al igual que el fútbol inicial o las conquistas, no puede resultar. Arturo además conoce a un grupo de jóvenes que viven en función de la causa política y representan también el ideal de la época. Ellos viven en la misma pensión que nuestro protagonista y representan al discurso del proletariado que cree en la causa socialista. Ellos son el Guatón Osorio, el Flaco, el Negro, María y Susana que es la mujer a la cual persigue Arturo.

El discurso social está en la voz de estos personajes. Los capítulos en que ellos aparecen están narrados en primera persona por el Guatón, y tiene una carga política comprometida y clara. El proyecto es esencialmente honesto e igualitario. En un pasaje de la novela se acusa a un funcionario de una fábrica de que está robando las telas y vendiéndolas en el mercado negro, el Guatón es el destinado para hablar con él, luego de eso se refleja completamente esa idea esencial que representan estos personajes pertenecientes al proletariado duro:

“Oliva le digo, ¿acaso la fábrica no es nuestra?, ¿acaso las noventa y un estatizadas no son del pueblo? Y el Oliva: que no señor, que del pueblo no son, que si son del pueblo él es entonces del pueblo y la plata de la fábrica no la recibe él ¿no?, y aquí fue cuándo yo lo vi al huevón, lo vi al huevón como si me lo tuviera en la huevá de los rayos del doctor, en pelotas, lo caché chanchito hasta la última uña del pie; me lo senté en el escritorio pero con la mirada marcándolo al hombre y desde ahí ya no se la quité más, y ya le perdí todo el miedo a la rotería como quién dice, me dejé de finezas, como quién dice, y le dije: ¿sabís qué más Oliva?, vos no soi nada un traidor, vos no soi nada un desertor de la causa del proletariado, ¿sabís lo que vos soi? ¡vos soi un pobre huevón!, qué como dice compañero, que lo que te digo huevón, que vos soi un pobre huevón, qué cómo es la cosa compañero el respeto es el respeto, y no Oliva que no me entendai mal, que lo que dije y sostengo, pero lo que tu queris huevón es que todos los obreros sean capitalistas, huevón, tú, dueño de esta huevá, querís competir con el otro capitalista de la otra huevá, y si es posible te gustaría tener obreros que hicieran tu trabajo cuando te volvierai rico, ¿cierto? un momento, compañero, y déjame seguir huevón porque resulta que con tu criterio los mineros del cobre, ¡los mineros del cobre!, huevón, tendrían que ser los dueños de las minas, ganarían en dólares, andarían en cadillacs, tendrían departamentos en Miami, los hijos estudiarían en Londres y hasta tendrían su propio ejército privado: Sabís Olivia, tú procedís así porque ignorai cómo son las cosas, porque no entendís el carácter de la lucha del proletariado, porque no entendís el carácter de la lucha del proletariado, porque no entendís lo que tu mismo soi huevón, porque cuando tú vendís la tela en el mercado negro te estai vendiendo tú mismo huevón estai vendiendo a tu guagua huevón porque estai empujando a que todo vuelva pa´atrás, y vos te portai peor que los reaccionarios, peor que lo milicos cuando nos allanan, que los fascistas cuando nos balean, porque estai quebrando la única arma que nosotros tenemos huevón, la moral de clase, la conciencia de clase, ¿cachai huevón” (142-125, 1983).

El discurso antes citado es una excelente muestra de lo que Subercaseux llama la escenificación del tiempo histórico, y sobre todo del discurso necesario para esta representación, aquí está una de las tantas represetaciones de “el marxismo en todas sus variantes con respecto al tiempo de transformación” (649, 2005). La época retratada es la del Chile transformándose. La esencia es el mensaje donde todos deben estar representados, es la escenificación de un Chile anterior al espacio oscuro de la dictadura de Pinochet, aun existen las creencias en los ideales políticos y eso es lo que une a los sujetos en la experiencia moderna. Todos creen en algo en un bienestar por venidero común, pero lo esencial es el trabajo que deben realizar. El trabajo es para todos y por todos. La ideología que la novela retrata y valora, y que finalmente es la tachada por el Golpe de Estado es exactamente la de la izquierda más extrema, la valoración del sistema planteado por Allende.

La experiencia moderna que en la obra está retratada está en constante tensión por la ideología antes mencionada. De esta forma la vida de Arturo también está tensionada por estos discursos, como consiguiente las búsquedas que él tiene de el logro personal es un matizado alegórico del discurso capitalista que desarrolla la individualidad.

De esta forma cuando juega al fútbol y es un gran aporte para el equipo, lo és meramente porque busca el lucimiento personal, pero cuando le piden ayuda o que comparta sus trucos, la respuesta y la alegoría es clara:

- ¿Cómo lo haces?

Arturo sacó la cabeza del agua y le acercó el oído.

- No te oí.

- ¿Cómo lo haces? ¿Cómo los mareas cuándo entras al área?

- Inspiración, huevó. Es algo que no puede explicarse.

- Pero también técnica.

- También técnica.

- ¿Por qué no nos enseñas?

Arturo se cubrió la cabeza con la toalla y comenzó a frotrarla. Jáuregui, con un escalofrío, se puso bajo la ducha.

- ¿Para qué voy a hacerlo? Con uno como yo en el equipo basta. Cuándo hay uno solo, ese es más caro. Es la huevá que te enseñan el colegio. ¿No hai ido al colegio?” (77, 1983)

Lo que busca el personaje es el beneficio solo de él, no hay interés por los demás, es lo mismo que el obrero que vendía las telas, finalmente es la ideología capitalista la que está detrás del mundo del fútbol. El mismo Arturo lo dice en un momento cuando aún no ha tenido un cambio en sus perspectivas, y está encerrado en sí mismo. La frustración que tiene es por culpa de su exacerbado individualismo, el no tener consciencia de equipo, es también la diferencia excesiva que hay entre el que quiere trabajar por el proyecto de todo el país, y aquel que solo busca enriquecerse completamente:

- Todos ustedes van a terminar pidiendo plata en la calle con el poto tapado por un harapo.

- ¿Sabís qué? Me da la impresión de que no te importa el país.

- Claro que me importa el país, Jáuregui. –Llevó el globo hasta su vientre y apretó la superficie azul de sus océanos contra el pene-. Este país redondito es el que me importa. – Le imprimió un tic rotatorio a la cadera-. ¡Mijito!” (78, 1983)

La relación que hay entre el pensamiento capitalista, que vendría a representar el modelo neoliberal impuesto luego por la dictadura en la economía, es el pensamiento que tiene Arturo en un principio la insensibilidad tanto en el trato con sus compañeros, la burla hacia el proyecto del país, su condición apolítica y finalmente su constante acoso a Susana para que se acuesten son claves alegóricas que van en búsqueda de la representación literaria de un aspecto real.

Esta mirada narcisa por parte del protagonista sufre un cambio drástico a medida que va desarrollándose la novela, cuando comienza a compenetrarse más con los amigos de la pensión, e personaje comienza a sensibilizarse frente a la causa social que está en sus discursos, comienza a entender el pensamiento de época, y la ideología se traslada también a su desarrollo como deportista.

Más adelante incluso participa de un taller en que los compañeros de la causa están tratando de tener clases de fútbol y Arturo se enlista: “En vista de las circunstancias, y que envista de que ya hay cancha, que en vista que hay camarín, que si él en algo puede ayudar que sí, que encantado, y que si quería él podría ser el entrenador pero que con un compromiso y que el compromiso era de que donde manda capitán no manda marinero y que si él iba a dar algo de sí esperaba que por lo menos los señores actuaran con disciplina que la disciplina es lo fundamental que si él citaba a las ocho de la mañana a los señores a las ocho lo señores tenían que estar” (177, 1983). Todo el discurso está cargado de una disciplina que es también la que exige el modelo socialista, es la esperanza utópica proyectada en el fútbol.

Más adelante incluso se enfrentaría a un mal cobro de un árbitro en clara alegoría a al crítica de la falta ética de la autoridad y además del indiscutible carácter contestatario y revolucionario de la izquierda de esos años: “Aquí el árbitro como un diminuto insecto oscurísimo, como un pequeño David que dispara en la honda de su autoridad la piedra de un error en la faz de Goliat polifacético que es el público nacional, el más caballeroso de América, rompe los límites de la cordura, y así entonces cómo no justificar, aunque no tenga justificación, que Arturito, herido por una jornada de nubes bajas y grises, no abandonase su puesto en el césped, lo increpe con el puño en alto y finalmente conduzca éste con singular violencia hasta la mandíbula del árbitro produciendo en él una caída instantánea” (189, 1983). Es un golpe de un revelado, el protagonista ya se ha liberado de su consciencia capitalista y ha desarrollado un espíritu de equipo, además la imagen de él con el puño en alto, es una clara referencia al puño en alto de la izquierda revolucionaria, y a al protesta frente a la represión mantenida también durante la dictadura.

La evolución del personaje en base su compromiso político también está relacionado con su vida sexual, de esta manera cuando, una vez abatido por su fracaso en el fútbol y la imposibilidad de ayudar a un compañero que se fue detenido, llega done Susana y llora desconsolado. Es entonces cuando se sensibiliza y se muestra puramente “Susana le pasó la mano por el cuello e hizo que alzara el rostro. Lo miró larga y seriamente un minuto. Arturo mantuvo la mirada, y supo que la chica lo miraba así porque trataba de llegar hasta el fondo de esa mirada y en el fondo de esa mirada estaba su pena y él no tenía nada más que quedarse así, quieto así, para que la chica se viera.” (201, 1983), el abrazo de ella y la posterior pérdida de la virginidad es también el abrazo del proletariado, de la causa política que él había rechazado.

Tanto el fútbol como el sexo se cargan de un significado extra dentro de la novela, el personaje se realiza en ambos lados, en el fútbol sacrificando la gloria personal en pos de la justicia, es decir en valor de lo moralmente correcto, ideal del tipo humano que es esparcido en los constantes discursos políticos. Y por otro lado la sensibilidad que logra Arturo cuando conoce a Neruda, son cargas pertinentes en el discurso que se va gestando dentro de la obra y sobre todo en el discurso que va manteniendo el país en el momento retratado y que luego también mantuvo durante los diecisiete años siguiente.

Vemos que finalmente el desarrollo del personaje, su relación con el fútbol y el sexo son alegorías de la escenificación del tiempo histórico nacional, o también llamado tiempo de transformación, dónde la sensibilidad ética del los ciudadanos estaba llevada al extremo. Al parecer la propuesta de Skármeta es que la felicidad ultrajada por la dictadura es además de todas las violaciones mencionadas, la característica de individualizar tanto al sujeto que se abandonó completamente la conciencia de país, como un lugar donde todos valen, y donde todos trabajan para todos, como lo era en el discurso que tenía parte de la población de los años 70.

Desde dos lugares comunes en la idiosincrasia chilena como lo son el fútbol y el sexo, el autor plantea la representación de un espacio, de una pérdida, y a la vez de una experiencia. La modernidad llevada en le economía de la dictadura es criticada directamente por el hecho de que lleva a la deshumanización del hombre.

Se plantea que la insensibilidad es tal ya que el hombre ha dejado de pensar en los medios y todo lo ha trasladado a los fines, por lo tanto la competencia es el único resultado factible, y la incompleta posibilidad del trabajo desinteresado es un hecho.

De esta manera el amor a la mujer y el fútbol, que sin duda en Chile está también en categoría de pasión, son un recurso que demuestran la falta ética y la competitividad en que vive el país, las reglas del juego esta vez no son para el equipo, sino para algunos competidores que saben hacerlo y han tenido el acceso a la educación, como dice Arturo a su compañero.

El egoísmo y la deshumanización en las relaciones son lo que queda flotando luego del análisis, y solo como respuesta a esa pregunta planteada por Subercaseux “¿En qué momento nos extraviamos? ¿Dónde se perdió el compromiso son lo humano?” (10, 1999). Es quizás en este momento en que todo se deshumanizo, en el momento en que se instauró el modelo neoliberal, la competencia, y se destituyó la ideología conjunta. Nos quedamos en competencia, pero nos quedamos solos, y si es que el hombre es animal en sociedad en el momento que dejó de existir su sociedad intelectual y quedó la material, fue quizás ahí cando dejó de ser humano, o empezó al menos a deshumanizarse.

Bibliografía

- Berman, Marshall. Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad. Siglo XXI. México, 2001

- Casullo y Otros. La crisis de la racionalidad moderna. Puntosur Editores; Buenos Aires, 1999.

- Skármeta, Antonio. Soñé que la nieve ardía. Casa de las Américas; Ciudad de la Habana, Cuba, 1983.

- Subercaseux, Bernardo. Chile o una loca historia. LOM ediciones. Santiago de Chile, 1999.

- Colom González, Francisco (ed.) Relatos de Nación. (2 vols.) La construcción de las identidades nacionales en el mundo hispánico. Madrid 7 Frankfurt; Iberoamericana, 2005.

Referencia en Internet

http://www.webe.laencrucijada.com/2005/12/tema_14_anto

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